Así era el Empordà de marismas y lagos de hace 2.500 años
El recorrido literario que dibuja en su última novela la escritora Núria Esponellà dota de vida y se sumerge en los enclaves íberos de Kerunta, Indika y Empòrion
Ha vuelto la vida. El alma, que permanecía escondida, llena de nuevo los enclaves.
Kerunta (Sant Julià de Ramis), Indika (Ullastret) y Empòrion (Empúries), esta trilogía de yacimientos arqueológicos formaban un entramado histórico de intercambio comercial. Uno no tenía sentido sin los otros hace 2.500 años, en tiempos de los indiketas. Ancestros que transportaban sus mercancías, como cereales y vino, por caminos que con toda probabilidad desembocaban en la vía Heráclea. Pero sobre todo transportaban sus productos a través de aguas fluviales. Y es que el Empordà antiguo se parecía más a un gran estuario, lleno de marismas, lagos, ríos y humedales.
Así lo refleja la escritora Núria Esponellà en su última novela Ànima de Tramuntana, galardonada con el 53è Premi Prudenci Bertrana. “Navegaban por pantanales, ríos y lagos y salían al mar a través de la Muga, el Fluvià, el Ter y el Daró, que en esa época no desembocaba en el Ter. Con el paso del tiempo el mar reculó, se desviaron ríos y se secaron lagos para conseguir tierras de cultivo”, relata Esponellà.
La protagonista de la novela, Mínia, es una arqueóloga freelance que pasa por una situación personal difícil tras separarse de su pareja con quien ha convivido durante años y la pérdida de un hijo en gestación. En este relato intimista, dotado de una ficción histórica, Mínia imagina la historia de Ekinar, una mujer noble del siglo III a.C, a quien encuentra a través de una investigación que lleva a cabo sobre el hallazgo de nuevas tumbas en la necrópolis de la ciudad íbera de Ullastret. Reviviendo el pasado de Ekinar, con unas experiencias similares a las suyas, Mínia transita y se recompone de sus propias vivencias.
El área sagrada del yacimiento de Ullastret, con sus dos templos, se erige en el libro junto a los trazados de las calles, las murallas o el foso, que actualmente aún se está excavando. El culto al cráneo también forma parte del entorno de Ekinar. Se trata de la práctica de las conocidas cabezas cortadas, que consistía en que tras matar a sus adversarios, los indiketas les cortaban la cabeza (un ritual que compartían con los celtas y otras tribus íberas transpirenaicas) y la colgaban en las principales fachadas de los edificios importantes. “Era una cuestión simbólica. Se exhibía la cabeza del enemigo vencido en combate junto a sus armas inutilizadas como un trofeo de guerra”, precisa Gabriel de Prado, responsable del Museu d’Arqueologia de Catalunya-Ullastret, quien resalta que Ànima de Tramuntana es “la primera novela donde la ciudad íbera de Ullastret es la protagonista” y “ayudará a difundir la cultura íbera debido al gran esfuerzo que ha hecho la autora en cuanto a documentación”.
Esponellà trabajó intensamente cuatro años para descifrar todo lo que entrañaba esta época. Se conservan más de 2.000 inscripciones íberas en toda la franja litoral desde Llenguadoc hasta Andalucía. Estas aparecen sobre diversos soportes como piedra, cerámica o monedas, pero los textos más extensos se suelen hallar en láminas de plomo que se interpretan como cartas o contratos comerciales. Pese a ello, las grafías se pueden transcribir pero no traducir porque se carece de una ‘piedra roseta’ con textos traducidos al griego o al latín que permitiera descifrar las inscripciones.
El territorio indiketa ocuparía las actuales comarcas del Alt y Baix Empordà, el Gironès y la Selva marítima. En total eran unos 2.800 kilómetros cuadrados y Ullastret era la ciudad más grande e importante de esta zona. Empúries era un enclave comercial, de hecho, más reducido que Ullastret. En concreto cinco veces más pequeño: Ullastret tenía quince hectáreas y Empúries, solo tres. “Tenemos la imagen de Empúries como una gran ciudad pero estamos viendo la griega y la romana”, aclara De Prado. “En Empúries es interesante imaginar cómo debía ser el paisaje entonces. Hasta qué punto el mar, que ahora se encuentra más lejos, separado por montañas de dunas, estaba cerca del actual museo. Sant Martí d’Empúries fue el primer núcleo urbanizado sobre una isla, donde se erigió un primer templo dedicado a la diosa Artemis de Efes”, comenta Esponellà.
Por tierra, un camino antiguo que parte d’Empúries y Ullastret hacia Corçà, Cruïlles, Monells y Celrà, entre otros pueblos, era transitado por carruajes y cargas pequeñas. “En Ullà se puede seguir en parte este camino antiguo”, indica la escritora, quien también es autora de poemarios y novelas como Rere els murs, que obtuvo el premio Nèstor Luján de novela histórica 2009.
Una cultura muy arraigada a la naturaleza y entiende la muerte como parte del ciclo de la existencia
La joven Ekinar forma parte de una cultura muy arraigada a la naturaleza y entiende la muerte como parte del ciclo de la existencia. En esa época la mujer, a quien se la atribuye sabiduría, podría haber desarrollado un papel de sacerdotisa. En este sentido, es verosímil que la montaña del Montgrí fuese sagrada, tal como expone en su obra. “Es probable que se celebrasen ceremonias de rituales de iniciación a la edad adulta de las mujeres y el macizo estuviera relacionado con alguna diosa madre, puesto que está situado al norte de Indika, al igual que la necrópolis que, como el resto de necrópolis íberas se ubicaban al norte y son visibles desde el poblado”, precisa Esponellà.
El esposo de Ekinar, que vive en Indika, se dirige hasta Kerunta, enclave alzado sobre el río Ter, porque sabe que hallará hierro de calidad para fabricarse una buena espada. En las afueras de esta aldea, hombres, mujeres y niños tal vez cribaban la tierra extraída de las rocas y la limpiaban con abundante agua para conseguir el preciado metal. Ubicada en la montaña de Sants Metges, Kerunta fue la primigenia ciudad de Girona -posteriormente los romanos la trasladaron a un lugar menos elevado y transitable, bajo el nombre de Gerunda, la actual Girona-. “Es un punto estratégico, importante en el intercambio con la llanura del Empordà, donde posteriormente hubo un asentamiento romano militar, el Castellum, que aprovechó la construcción íbera para establecerse durante dos siglos más”, agrega Pere Pujolràs, concejal de educación y cultura del Ayuntamiento de Sant Julià de Ramis. En este asentamiento, sus habitantes elaboraban pan y se dedicaban a la ganadería.
Un pasado al que volvemos desde un presente que no para de fructificar con nuevos hallazgos. “La necrópolis de Ullastret es la única del período conocido como Ibérico pleno, entre los siglos V a III a.C., hallada en las comarcas de Girona. Lo demostrará una publicación que saldrá en breve. Se cree que aquí solo se enterraban las élites de la población indiketa porque solamente se han hallado 80 tumbas y la desproporción con las muertes que había en esa época es demasiado elevada”, detalla De Prado. Enclaves íberos, acompañados por una ruta literaria que no solo pone en valor estos yacimientos sino que “lo que se describe en la novela es tan real que parece que esté ocurriendo. Esponellà les ha dado vida”, concluye De Prado.